LOS HERALDOS

Si hay algo que hace especiales a los Caminantes, es su unión con el Laberinto, una simbiosis que va más allá de la comprensión de ese misterioso y peligroso lugar, al que una vez llamaron hogar. Sin embargo, es muy posible que ni tan siquiera ellos habrían logrado esa unión de no ser por los Heraldos, espíritus nacidos en el Laberinto que unieron sus vidas a las de los Caminantes, sellando un pacto que ha continuado a lo largo de los siglos, incluso tras la Guerra de la Caída.

Lo cierto es que a pesar de esa unión, se sabe poco realmente sobre ellos. Los Heraldos nunca hablan sobre su origen, y aquellos que lo hacen dan datos difusos y muchas veces contradictorios unos de otros. La única certeza, es que aparecieron en el Laberinto ante los humanos que, tras sellar el pacto de Gilgamesh con ellos, pasaron a convertirse en Caminantes. Poco se sabe de ese momento, y uno de los motivos de que el conocimiento disponible sobre ellos sea tan escaso es que siempre han sido el mayor secreto de la Orden de Caminantes. Mantuvieron su existencia fuera del alcance de todos aquellos ajenos a la Orden, lo que sirvió para aumentar la leyenda sobre el poder de estos hombres y mujeres, haciendo ver a toda Raíz que las capacidades cuasi milagrosas que le otorgaban los Heraldos eran en realidad únicamente suyas.

Cuando un Caminante sella el pacto de Gilgamesh con un Caminante, sus almas se unen, y el Heraldo pasa a habitar en su interior, compartiendo con este su poder a cambio de permitir que el espíritu disfrute y sienta el mundo terrenal que tanto les fascina. El único modo de romper el pacto es a través de la muerte, por lo que Caminante y Heraldo vivirán unidos durante el resto de sus días. Es un vínculo muy profundo, que suele afectar a la personalidad del Caminante, haciendo que poco a poco vaya pareciéndose más al espíritu que habita en su interior. Por este motivo, los Caminantes solían escoger a Heraldos con quienes compartieran ideales, ya que cuanto más fuerte fuese el vínculo, mayor sería la unión entre ambos y más facilidad tendría el Heraldo de compartir sus habilidades con su Caminante. Sin embargo, es un vínculo cambiante, y el lazo puede a veces estrecharse y otras debilitarse, y un Caminante que no tenga en cuenta a su Heraldo no solo no podrá nunca aprovechar todas las posibilidades que ofrece su pacto de Gilgamesh, sino que posiblemente enfurezca o dañe a su Heraldo, condenándose a convivir hasta el fin de sus días con un ser con el cual no puede entenderse, y del cual no puede liberarse.

Los Heraldos son inmortales, entes espectrales que habitan en un plano propio, situado entre el terrenal y el Laberinto. Cuando el Caminante al que uno de estos espíritus esta unido fallece, el Heraldo regresa a su plano natural, un lugar al que consideran una prisión, y no podrá salir de ella hasta que un nuevo Caminante realice el pacto de Gilgamesh que selle su unión con éste. De este modo, los Heraldos han vivido durante siglos, de un Caminante a otro, viendo a aquellos seres a los que se unieron morir.
Hay tres modos conocidos en por los que un Heraldo pueda alcanzar la muerte. El primero es que la unión con su Caminante sea tan estrecha, que sus almas de fundan finalmente, dando lugar a un nuevo ser que ya no es ni Heraldo ni Caminante, el cual poseerá los poderes del espíritu sin limitaciones, pero el límite de vida del Caminante. Sin embargo, esto ha sucedido en casos muy extraordinarios. El segundo, es a manos de otro Heraldo, aunque no todos ellos poseen esa capacidad.
Finalmente el tercero es el Vacío. Esa aberrante energía que borra y extingue todo lo que toca también afecta a los espíritus y a la energía, por lo que ni tan siquiera los Heraldos pueden librarse de ella.

El número de Heraldos apenas cambió desde el nacimiento de estos. Nunca se crearon nuevos, sino que fueron desapareciendo a lo largo del tiempo en una cantidad ínfima, hasta la Guerra de la Caída. Este conflicto no solo llevo casi a la extinción a los Caminantes y condenó a Raíz a volver a estar dividida, sino que acabó con más del 90% de los Heraldos. Los supervivientes al conflicto aún comparten su vida con los pocos Caminantes que siguen con vida, sufriendo junto a ellos su destino como prisioneros y siervos de la Gran Alianza, pero sin que nadie, excepto los propios Caminantes y los magos de Hur'Arath, sepan de su existencia.

En la actualidad, el pacto de Gilgamesh es una ceremonia secreta celebrada en el Colegio. Lo único que se realiza a espaldas de los guardianes de este lugar que educan a los jóvenes Caminantes preparándolos para su vida de servidumbre.

Pactos de Gilgamesh:

A lo largo de la historia de los Caminantes, cada uno de ellos ha tenido un fuerte vínculo con un Heraldo, espíritus creados para servir y acompañar a los Caminantes durante sus vidas, sirviéndoles tanto de guías como de armas en el Laberinto. En el pasado hubo cientos de éstos, pero durante la Guerra de la Caída, al igual que sucedió con los Caminantes, fueron exterminados casi en su totalidad. Cada Caminante escoge a su Heraldo antes de abandonar el Colegio, y compartirá su alma y su vida con éste desde entonces. El vínculo entre ambos genera fuertes lazos, por lo que es común que un Caminante escoja aquel al que se sienta más afín, o termine adquiriendo rasgos característicos de su Heraldo.
El Heraldo adquiere una forma física representada por un arma asociada a su poder y/o personalidad. El arma es indestructible, y solo un Caminante puede hacer uso de las habilidades especiales que éstas poseen.

A diferencia de los Trucos de Caminante, las habilidades y conjuros de Heraldo siempre pueden usarse fuera del Laberinto, a no ser que se indique lo contrario.

En la próxima entrada incluiré a los Heraldos a los que tienen acceso los jugadores al crear su personaje Caminante, y los rasgos raciales que aporta a éste, junto a la lista de Clases a la que permite acceder. Algunas de las variantes de Clase que otorga cada una de ellas a nivel 3 cambian en los Caminantes, otorgando personalizaciones exclusivas asociadas a su Heraldo.

Comentarios

Entradas populares